Benditos colores del otoño... En uno de los traslados a los
que me lleva el trabajo del día de hoy, contemplo la ciudad que atravesamos
casi por completo, y observo las múltiples y diversas ciudades que se pueden
encontrar dentro de esta ciudad, casi una mini-ciudad en cada esquina, que se
ocultan esquivas hasta que unos amantes ojos las descubren.
En un rincón de El Retiro en el que mi retina se detiene un
instante durante el recorrido, emerge repentinamente ante mis ojos mi amado otoño
en todo su esplendor... belleza de ocres brillantes por la humedad matinal,
verdes refrescantes, y rojos apasionados, pletóricos de vida, que bailan en
imperceptible danza...
Atrapada ya irremisiblemente por la magia y la belleza del
otoño, cambia mi perspectiva, y ya sólo puedo ver la hermosura de cada rincón,
de cada árbol urbano de esta ciudad que recorro impelida por el reloj, hermoso
aparato que hemos conseguido transformar de inocente objeto de uso cotidiano,
en tirano cruel que nos acosa en cada giro de su eterna danza circular.
Al contemplar a uno de estos bellos ejemplares de árboles
urbanos, inmensamente bello, rebosante de un ocre radiante, que parece un baño
de oro oportuno que eclipsa por completo el gris de su jaula de hormigón y
asfalto, alcanzo a comprender que la belleza de esa planta es absolutamente
nueva e irrepetible... en ningún otro momento tuvo exactamente el aspecto que
estoy disfrutando en este instante fugaz, y nunca más volverá a estar tal
cual... Y en ese momento, me doy cuenta de la belleza irrepetible y única de
todos y cada uno de los instantes que componen mi vida... y las vuestras... ¡¡¡CARPE DIEM!!!